La palabra cerveza viene del latín bibere (beber)
La evidencia más antigua de la producción de cerveza se remonta a unos 6000 años atrás, en Asia. Gracias a algunos descubrimientos, se cree que los sumerios fueron los primeros en crear una bebida muy similar a la cerveza, una bebida considerada lo suficientemente sagrada como para usarla como regalo para los dioses.
Quinientos años después, en el territorio entre el Tigris y el Éufrates, una tablilla del pueblo asirio destaca el oficio de la elaboración de la cerveza y el uso de la cerveza como bebida.
Más tarde, la cerveza se extendió en Oriente Medio y, gracias a algunas recetas, se conoce que ya producían varios tipos de cerveza.
Incluso en el antiguo Egipto la cerveza tenía una gran importancia. Se llamaba Zythum y se consideraba no solo la bebida nacional, sino que se utilizaba como medicamento debido a su carácter no perecedero por su contenido en alcohol.
El pueblo griego conocía y apreciaba esta bebida, y la usaba con regularidad durante las fiestas en honor de la diosa Deméter, la diosa de la cosecha.
En Italia fueron los etruscos quienes elaboraron y consumieron la cerveza, inspirando más tarde a los romanos. Alrededor del año 83 d. C. se creó el primer pub de la península.
Entre los pueblos bárbaros, los mayores bebedores de cerveza eran los alemanes y los celtas.
Durante la Edad Media, los monjes, sobre todo belgas y holandeses, producían una gran cantidad de cerveza en los monasterios, con el objetivo principal de mantener el vínculo entre la religión y la cerveza. Es precisamente aquí donde la cerveza dio un salto de calidad decisivo gracias a la introducción de varios ingredientes que encontramos por primera vez, como el lúpulo. Antes de su introducción, la cerveza se aromatizaba con hierbas, especias y bayas.
Si vamos a Gran Bretaña, vemos que la cerveza (ale) la elaboraban y la vendían las amas de casa inglesas, que aprovechaban los ingresos extra para el mantenimiento de iglesias y conventos.
Cabe recordar que, en 1516, el edicto sobre la pureza, el Reinheitsgebot, nació en Baviera de la mano del duque de Baviera, Guillermo IV. Esta ley estipulaba que la cerveza solo debía elaborarse con malta de cebada, agua y lúpulo. La levadura como materia prima se introduciría más tarde en el edicto.